miércoles, 5 de octubre de 2011

Lucía Figar y los cielinos

Miércoles, 5 octubre 2011

Publicado en Cuarto Poder

El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, entre la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre (dcha), y la consejera de Educación y Empleo, Lucía Figar, durante un acto con la prensa celebrado el pasado lunes. / Javier Lizón (Efe)

Como bien saben los católicos como Dios manda y, sobre todo, con posibles, en la Iglesia siempre ha habido clases. Formar parte del rebaño está bien pero aborrega, de ahí que estos fieles de primera busquen cierta exclusividad adhiriéndose a los tendencias que más pitan en cada momento. Es una cuestión de estilo. Hace un tiempo se llevaba eso de ser legionario de Cristo, pero desde que se supo que el fundador de la cosa, Marcel Maciel, era un crápula bastante pederasta que había hecho todo lo posible y más para ser padre de familia numerosa, se esfumaron sus adeptos, entre los que sobresalían ex ministros tan piadosos como José María Michavila y Ángel Acebes.

Siempre se puede ser del Opus, que es como esos trajes clásicos que nunca pasan de moda, pero para estar a la última nada mejor que apuntarse a los nuevos movimientos ultraconservadores nacidos tras el Concilio Vaticano II justamente para hacerlo olvidar. Destacan especialmente dos: el Camino Neocatumenal de Kiko Argüelles y Comunión y Liberación, presidida hoy por Julián Carrón. Tal es la importancia que les concede la actual jerarquía eclesiástica como punta de lanza en la propagación de la fe católica, que tanto los dos citados como el opusino Fernando Ocariz acaban de ser designados por Benedicto XVI consultores del nuevo Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

Centrémonos en Comunión y Liberación, que como afirma el sociólogo y sacerdote, Avelino Seco, autor precisamente de un libro sobre los cielinos –que así es como se llama a sus seguidores-, sin ser el movimiento que mayores masas atrae, es, en cambio, el que con más intensidad ha marcado la ideología de la Iglesia en los últimos 30 años. El propio Seco menciona a algunos de sus representantes más destacados en la Curia española: Javier Martínez, arzobispo de Granada; Braulio Rodríguez, arzobispo de Toledo; César Augusto Franco, obispo auxiliar de Madrid; y Rafael Zornoza, obispo de Cádiz.

De los cielinos podría dar un conferencia Juan Manuel de Prada, que no en vano está en su club, pero mientras la prepara no está de más mencionar algunas de sus características más relevantes: creen en la jerarquía de la Iglesia sobre todas las cosas, ven la mano de Satanás en la ola de laicismo y relativismo que, en su opinión, invade a la sociedad, y confían en que penetrando en el poder político y económico podrán desarrollar mejor su tarea evangelizadora. En España llegaron a finales de los años 70, y tienen hasta un brazo empresarial, la Compañía de las Obras, con la que pretenden restar protagonismo al Estado y a lo público y que, según sus propios datos, agrupa a más de 34.000 sociedades en 17 países.

Con estos antecedentes, no es de extrañar que la educación sea uno de sus campos prioritarios de actuación, y que hayan tratado con éxito de introducirse en el organigrama de la educación pública para ponerla a su servicio.

En Madrid y en el neoliberalismo de su presidenta, Esperanza Aguirre, Comunión y Liberación ha encontrado un terreno abonado, y ello explicaría su falta de escrúpulos para pedir el voto al PP en algunas convocatorias electorales. Dios nos libre de considerar a la consejera de Educación madrileña, Lucía Figar, una cielina más, ni pensar que sus simpatías hacia la causa tengan origen en su marido, Carlos Aragonés, ex jefe de gabinete de Aznar en la presidencia del Gobierno, hombre de misa semanal y con fuertes vínculos con miembros del Opus Dei. Pero lo cierto es que es difícil prestarse a participar en reuniones como la de Rimini -700.000 personas congregadas en torno a Comunión y Liberación- y presumir de lo mucho y bien que se nutren con fondos públicos los colegios católicos mientras retrocede el porcentaje de alumnos de la escuela pública sin sentir una especie de llamada de esa selva.

Quizás en este impulso haya sido determinante su director general de Becas y Ayudas a la Educación, Javier Restán, anteriormente director general de Centros Educativos de la Comunidad de Madrid, que es un declarado miembro de esta Fraternidad además de hermano del director de Contenidos de la cadena Cope y conductor en esa misma emisora de La Linterna de la Iglesia.

Si por algo ha destacado Restán es por su oposición a la asignatura Educación para la Ciudadanía que, a su juicio, era causa de “daños en la conciencia” de los alumnos. Por eso, y por defender a ultranza la subsidiaridad educativa, o lo que es lo mismo, que la iniciativa privada, esencialmente la Iglesia, se ocupe una función pública como es la enseñanza obligatoria. He ahí su definición: “Así pues, una política donde se considera la iniciativa social y privada para la expansión de la red escolar sostenida con fondos públicos (nuevos centros concertados), una política de desgravación fiscal creciente para familias que escogen centros privados sin financiación pública y finalmente la implantación del cheque escolar en educación infantil, definen una política que se mueve según el principio de subsidiariedad”. Se refiere a la política educativa en Madrid, lógicamente.

El largo brazo cielino llega hasta Jon Juaristi, director general de Universidades de la Comunidad, que, por cierto, presume de judío. Hace cuatro años escribía esto en el ABC: “Los de Comunión y Liberación me invitan a una celebración eucarística en San Jerónimo el Real, presidida por monseñor Rouco, con motivo del segundo aniversario de la muerte de su fundador. Agradezco el gesto. Desde mis convicciones judías, les estimo y siento una sincera simpatía por el desaparecido monseñor Giussani, una de las personalidades más atractivas del catolicismo contemporáneo y, sin que suponga merma alguna en su significación universal, figura verdaderamente admirable de la historia europea del siglo XX”.

Queda por mencionar a la viceconsejera Alicia Delibes, cuyo marido, Regino García Badell, jefe de gabinete de la presidenta, pasa por ser el ideólogo de Aguirre además del autor de sus discursos. No es ningún secreto que el matrimonio tardó en pasar de la izquierda a la derecha el mismo tiempo que el PP empleó en ganar sus primera elecciones generales. Circula por la red el fragmento de uno de los artículos que Alicia Delibes publicó en 2002 en Libertad Digital, medio del que ha sido asidua colaboradora, y que lamentablemente no figura ya en su hermeroteca. El artículo en cuestión, titulado A vueltas con la calidad de la enseñanza, contenía, al parecer, la definición que la número dos de la Consejería hacía de un colegio de calidad: “colegio privado con buenos profesores, mayor o menor nivel de exigencia, que se haga deporte, que se aprenda bien inglés, que se imparta, o no, una enseñanza religiosa, etc”. No se sabe a qué esperan los cielinos para captar a esta mujer.

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