Las jornadas lectivas en Madrid y Andalucía confrontan dos formas de entender la escuela. El PP reivindica más horas de clase porque cree que lo que se hace fuera del aula es superfluo
Hace unos meses el Ministerio de Política Territorial hizo público el informe Satisfacción con los servicios públicos en el Estado autonómico, donde se analizaba la valoración de los ciudadanos sobre la sanidad, la educación y las políticas públicas de su región. Una de las tesis más interesantes era la relación que establecía el informe entre "la ideología del entrevistado y el grado de satisfacción con las políticas sociales". "En Andalucía --decía el texto-- es mucho más probable estar insatisfecho con el funcionamiento de la educación si se es de derechas que si se es de izquierdas".
De todas las disciplinas políticas, la educación es, quizá, la que mejor retrata la ideología que subyace en los partidos. Puede que en las fórmulas económicas para salir de la crisis, PSOE y PP encuentren puntos de confluencia, pero en materia educativa sus posturas son casi irreconciliables.
Esta semana se ha desencadenado un frenético debate en torno al número de horas de clase que imparten los profesores en Madrid y en Andalucía. La polémica ha girado en torno a los recortes, al ahorro en personal interino que ha supuesto la ampliación del horario lectivo en los institutos. Al pasar de 18 a 20 horas de clase a la semana --con carácter general-- Madrid se ha ahorrado la nómina de más de mil interinos (33,3 millones, según su titular de Educación). Algunos centros de Andalucía, para cuadrar el horario de sus profesores, también amplían la jornada lectiva de unos y recortan la de otros, aunque al final el número de docentes que recibe el instituto sigue siendo el mismo.
MEDIDAS DE AHORRO Es importante saber por qué Madrid ahorra más en educación que Andalucía. Pero esto por sí mismo no nos explica la diferencia entre un gobierno del PP y otro del PSOE. Al fin y al cabo, la jornada semanal de los docentes en toda España es la misma: 37,5 horas, de las cuales 18 es el mínimo para trabajar dentro del aula. Lo que de verdad cabe preguntarse es por qué han de ser más importantes las horas de clase que el PP ha decidido aumentar en detrimento del tiempo que el profesor dedica a otras tareas (tutorías, guardias, diseño de programas educativos, cursos de formación...).
Los populares defienden la ampliación de la jornada lectiva porque consideran que, en tiempo de crisis, todo lo que está al margen de las horas de clase es superfluo o alternativo. La presidenta Esperanza Aguirre lo resumió en una frase que empujó a la huelga a los docentes madrileños: "Hay muchas profesiones donde se trabaja más de 20 horas semanales". En el discurso del PP sobre el valor de la escuela tiene mucho peso el currículum oficial, los contenidos, todo lo que el alumno debe aprender dentro del aula, que debe ser igual para todos los estudiantes...
En cambio a los socialistas les gusta poner el énfasis --así consta en todas sus leyes desde hace 30 años--, en que en un aula no todos los alumnos tienen el mismo nivel: algunos van más rezagados que otros, algunos llevan a la escuela problemas de casa que se interponen en su aprendizaje. Hay niños que necesitan más clases de Lengua y de Matemáticas, hay alumnos que tienen que aprender a aprender y hay críos que vienen de otro país, hablan otro idioma y se incorporan a clase con el curso empezado.
Tanto en Madrid como en Andalucía, para dar respuesta a una realidad social heterogénea, existen clases de refuerzo para alumnos con necesidades especiales de aprendizaje. Para adaptar la enseñanza de un aula a los distintos ritmos de los alumnos, existen los desdobles. Para conocer y abordar los problemas socioeconómicos y culturales de las familias que condicionan al alumno, existen las horas de tutoría. Y para dinamizar el sistema educativo y enseñar desde pedagogías distintas, se precisan horas fuera del aula para diseñar programas de lectura en biblioteca, talleres escolares, etc...
El PP ha entendido que estos planteamientos son propios de un tiempo de bonanza, y que ante una crisis sin precedentes lo más responsable era salvaguardar lo esencial de la educación, en esencia, las horas de clase: el mismo horario y la misma lección para todos.
Esto explica, en parte, por qué en el informe Pisa los alumnos andaluces están siempre por debajo de los madrileños. La escuela andaluza, dice el Pisa, es la segunda más equitativa del mundo. Es la más proteccionista para niños de origen desfavorecido, de zonas deprimidas, de familias extranjeras con un empleo precario. La escuela andaluza integra a todos en las mismas aulas, aun a costa de bajar el nivel global de la clase. Mientras que el Bachillerato para alumnos excelentes que creó Aguirre en Madrid tiene mucho que ver con el lapsus que propuso esta semana para que la postobligatoria deje de ser gratuita y accesible a todos.
AJUSTES Y RECORTES Lo importante no son los recortes en educación sin más, sino de dónde se recorta y por qué. En los presupuestos generales del 2011, aprobados por un Gobierno socialista, el gasto educativo se vio mermado en 1.800 millones. En Madrid, el PP ha ampliado las horas lectivas y sacrificó las clases de refuerzo, los desdobles y horas de biblioteca. También eliminó las tutorías (aunque luego rectificó). En Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal clausuró todos los Centros de Profesores (33 de 34), donde se diseñan los cursos de formación para los docentes. También se congelaron las oposiciones a maestro y se ampliaron dos horas la jornada lectiva en Infantil, Primaria y ESO. En Galicia, el horario lectivo se incrementó de 21 a 25 horas (la tasa de alumnado es de las más bajas del país), y se eliminaron refuerzos. En Navarra, se revisarán las horas liberadas para jefes de estudios y la reducción horaria para docentes mayores de 55 años y se amplió la jornada de 17 a 18. Andalucía es la única región que ha aumentado su plantilla en 198 docentes, pero también es la única que tiene reconocida, por ley, un incremento de 15.000 profesores hasta el 2012, de los que aún faltan más de la mitad.
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