Si no fuera tan grande el personaje y tan insignificante la persona, me atrevería, con permiso de Cervantes a comparar a nuestra Espe con el Quijote de la razón perdida en tierras de la Mancha (¿Casualidad o destino?) que confunde molinos con gigantes.
Lástima que Figar, sea menos avispada que Sancho y ni siquiera la advierta o se aperciba de que los profesores no son sindicalistas liberados o atizadores de peregrinos y que los alumnos son simplemente estudiantes de la PÚBLICA, libres y críticos y no rehenes de los malvados, vagos y rematadamente tontos profesores que se dedican, con lo que dejan de ganar los días de huelga, a pagar campañas políticas en épocas de elecciones y a hacer todo el daño imaginable a las familias que optaron por llevar a sus hijos a la Escuela Pública.
Y es que Esperanza a fuerza de querer hacer creer a la ciudadanía en general que es poseedora de la única razón, la ha perdido definitivamente convirtiéndose en esperpéntico contrapunto del caballero de los grandes ideales, acompañada siempre de su muy fidelísima y mediocre escudera.
Encantadas de haberse conocido, convencidas de la sonrisa de las urnas, exhiben sin pudor su soberbia y prepotencia y se embarcan en peripatéticas aventuras en un intento fallido de despistar a la opinión pública de sus verdaderas intenciones.
El menosprecio a la Escuela Pública y a toda la comunidad educativa ha hecho que Presidenta y Consejera se hayan metido hasta las cejas (¡!) en la espantable y jamás imaginada aventura de las #camisetasverdes, con otros sucesos dignos de infelice recordación.
La cosa no pasaría de anécdota si la facedora de entuertos y ruindades tuviera la inteligencia y sensibilidad política necesaria para reconducir la situación y dar respuesta necesaria y favorable a la Escuela de todos, la Pública.
Parece que esto último no está en sus ánimos, así es que una recomendación: tenga cuidado, no vaya a ser que los molinos se conviertan, efectivamente, en gigantes
Fuente: La Red Pública
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