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El problema clave a resolver, para desbloquear la situación, se centra en la constitución de un auténtico Comité de Huelga a escala regional (y estatal, llegado el caso). Si, como antes se ha señalado, se han organizado comités o comisiones de manera espontánea en centros, zonas, barrios y pueblos, para impulsar y extender la huelga, la pregunta que se plantea cualquier cabeza consciente es ¿Por qué no se constituye un Comité de Huelga a nivel de toda la Comunidad de Madrid con representantes de todos los sectores en lucha? Nos referimos, claro está, a un auténtico Comité de Huelga elegido, que integre a portavoces directos de los trabajadores en huelga y de los sindicatos que la apoyen con toda lealtad. Sus componentes deben tener capacidad de decisión para organizar, extender y centralizar la movilización, recabando siempre la ratificación de los acuerdos fundamentales por las asambleas de centro y zona. Limitar la función de sus delegados a la mera información, convocarlos a asambleas regionales a título de consulta, o negarles representatividad cuando han sido democráticamente elegidos, es eliminar de raíz el derecho de los huelguistas a ser dueños y protagonistas de su propia acción y apostar directamente por la división y el fin de la movilización.
Hay que deshacer equívocos y aclarar algunas ideas. Un principio de elemental democracia (al parecer, ahora proscrito) niega legitimidad a los parlamentarios, que fueron en su día elegidos sobre programas generales y ambiguos, cuando se trata de tomar decisiones imprevistas y trascendentales para el conjunto de la población sin consultarla como es debido. De igual manera, remitirse a elecciones pasadas y a su reconocimiento institucional no legitima a los aparatos sindicales para erigirse en representantes exclusivos de una movilización que se levanta en un momento dado y con unos objetivos precisos. Algunos sindicatos se han desligado, desde el inicio, de cualquier proceso democrático en cuanto a la toma de decisiones, bajo el pretexto de que sólo se deben a sus afiliados, como si sólo de ellos dependiera la huelga. Otros han convocado asambleas, pero sin reconocer a los representantes de centros y zonas otra función que la de hacer encuestas y transmitir datos, para luego reservarse la facultad de interpretar y decidir.
Es una obviedad en todas las tradiciones obreras que la huelga es, en primer lugar, de los propios huelguistas, de su voluntad de seguirla y continuarla hasta donde estimen oportuno. La legitimidad de cualquier sindicato no proviene más que de ser un instrumento efectivo de organización y de sostén de esa voluntad. Tampoco respetan esta realidad quienes niegan el papel, indispensable en toda huelga, de las reuniones de delegados representativos de las decisiones tomadas en sus respectivas asambleas e impiden la constitución de comités de huelga con capacidad de centralización y organización. Es de lamentar que el esfuerzo en esa dirección, derrochado por muchos, se vea bloqueado por posiciones sectarias, que se conforman con jugar un papel de denuncia o de simple presión sindical, sin asumir las propias responsabilidades para avanzar en la unificación de propuestas y en dar mayor impulso a la movilización. Nada ni nadie impide que tomen la iniciativa en tomar contacto con los sectores que aún no se han incorporado, organizar reuniones conjuntas y llamar a la movilización de todos por los mismos objetivos. Aún hay tiempo para hacerlo de cara a las próximas convocatorias.
Por nuestra parte, queremos contribuir con estas reflexiones a resolver de forma positiva los problemas aquí planteados que, a día de hoy, aún no han encontrado la salida requerida. Pero nadie puede sustituir ni quitar protagonismo a los que, con toda legitimidad, han de hacer su propia experiencia, porque suyo es el esfuerzo y el riesgo que implica toda acción de huelga y reivindicación.
En todo caso, la extraordinaria movilización desarrollada por miles de profesores, alumnos y ciudadanos en defensa del derecho irrenunciable a la educación ha logrado abrirse paso y superar muchos de los obstáculos levantados desde dentro y desde fuera. Las incontables y valiosas experiencias de tantas personas y colectivos no caerán en saco roto. Puede que la “marea verde” por la Escuela Pública, que ha tenido su inicio en la Comunidad de Madrid, sufra los altibajos de una lucha que se prevé larga. Pero no va a desaparecer de la noche a la mañana. Difícilmente puede verse derrotada y ser obligada a discurrir por los viejos cauces que han conducido a la situación asfixiante del presente. Una y otra vez se volverá a plantear el paso ineludible para una solución positiva de un conflicto que mantiene las espadas en alto: la respuesta unida y contundente de todas las fuerzas comprometidas en la defensa de la “escuela de todos y para todos”. Eso, antes y ahora, con el gobierno que se va y con el que venga, se llama preparar las mejores condiciones para la Huelga General de toda la enseñanza. Esa es nuestra fuerza y la tenemos a mano, a condición de dar los pasos necesarios.
Por nuestra parte, queremos contribuir con estas reflexiones a resolver de forma positiva los problemas aquí planteados que, a día de hoy, aún no han encontrado la salida requerida. Pero nadie puede sustituir ni quitar protagonismo a los que, con toda legitimidad, han de hacer su propia experiencia, porque suyo es el esfuerzo y el riesgo que implica toda acción de huelga y reivindicación.
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